Un viaje termina. Otro empieza.
Muere una ciudad dejando paso a kilómetros de asfalto, brea, empedradas atrochas y mares de un verde intenso en forma de vegetación.
Somos eternos pasajeros y parte primordial de la peor de las novelas, la de la vida. La misma en la que siempre acaba muriendo el protagonista. Eso es nuestra vida. Eterno camino de no retorno.
Sin embargo, siempre queda una ciudad, un portal, alguna plaza, mil terrazas y algún amigo al que todavía no conoces.
Por eso emprendí este viaje. Porque si somos solo camino no tendría sentido querer dirigirme hacia otro lado y, aunque lo intente, no puedo dejar de pensar en mi León del alma (sangre de mi sangre y ciudad de "catedral").
Tampoco me ha sido posible desprenderme de mi raíz más profunda, la que me une a mi tierra. Soy habitante de Pamplona y mezcolanza de hogares. El norte navarro es mi cuna y León es mi otra ciudad.
Y, ¿cómo olvidarme de los lagos de Covadonga? ¿Cómo no hacer mención a Vitoria, Valladolid, San Sebastian, Burgos...?
Aquí comienza la narración de un viaje con retorno y una mochila al hombro.
El norte de España espera mi libreta, mi boli y mis ganas de mirar.
Equipado con un material de urgencia me bastaré de mochila, botas, algo de ropa, bolígrafo, papel y, por supuesto, mi único requisito impensable allá donde vaya; la música.
No prometo descripciones perfectas, no prometo conmover con mis escritos sobre la cultura arquitectónica. Lo único que puedo asegurar es que cada ciudad tendrá su canción. ¿Por qué? Porque no hay nada más bonito que asociar las cosas a la música.
Da comienzo, así pues, el capítulo primero de mi ruta mochilera.
Adiós Pamplona, hola Vitoria.
J. Robles
"Encerrados, navegantes
transeúntes, caminantes
pasajeros del vuelo a ninguna parte..."
(J.r.i)
![]() |
| Fuente: Google Maps |

No hay comentarios:
Publicar un comentario