¿Cuándo
se convirtió España en destino de viajes de placer?
Las
civilizaciones antiguas contemplaban la Península ibérica como el
límite del mundo real, del mundo conocido, y, por su buena situación
geográfica, fue objetivo de muchas expediciones que aspiraban a
dominar su comercio, sus tierras y su población. Sin embargo, estas
incursiones eran consecuencia de un afán de dominio, no de
curiosidad ni interés real en lo que conocían. España era, para
los pueblos y reinos de las épocas antigua, medieval y moderna, una
oportunidad de enriquecerse y dominar.
Aunque
siempre existieron navegantes, comerciantes y ciudadanos que
escribieron sobre sus viajes por España, no es hasta los siglos
XVIII-XIX cuando el género de viajes empezó a divulgarse con
celeridad. Si bien, en España se retrasó hasta finales del siglo
XIX. Algunos intelectuales, como Jean Jacques Rousseau, opinaron
sobre las relaciones de viajes. Él mismo manifestó su rechazo al
declarar que “para hacer observaciones de todas clases no es
necesario leer, sino ver”, como recoge Mª del Mar Serrano, doctora
en Geografía por la Universidad de Barcelona, en su artículo de
investigación Viajes yviajeros por la España del siglo XIX.
De hecho, y como afirma la doctora, en España muchos de los relatos
de viajes fueron manipulados, pues había obras cuyas traducciones
resultaban inexactas o confusas. España sufría la secuela de
numerosas guerras y, quizá por ello o por su aislamiento del
circuito intelectual de las potencias del siglo XVIII y XIX, no era
especialmente atractiva para los viajeros. Mª del Mar defiende que
el motivo por el que se evitaban las rutas españolas era por una
cuestión ideológica, lo cual resulta convincente, pues en aquella
época España se encontraba débil, enferma de sus fracasados
intentos de dominio.
Pero la sociedad y la cultura del
siglo XIX incentivaba la exploración de lugares exóticos, y España
empezó a llamar la atención de nórdicos, franceses, e ingleses,
principalmente. Se editaron diarios y relaciones de sucesos y la
literatura se desarrolló hacia la temática de viajes.
Miguel de Cervantes había dirigido su
obra sobre las tierras de La Mancha (1605), Joseph Townsend describió
cuanto descubría en su viaje desde el norte y hacia el sur de la
península ibérica (1786), Richard Ford elaboró guías de viajes a
partir de los que él había realizado por España (1837), Víctor
Hugo escribió sobre su viaje por los Pirineos (1843), Gustavo Adolfo
Bécquer enlazó su fantasía romántica con ciudades españolas
(1870), El conde de Sait-Saud describió los Picos de Europa (1892), etc. No todo el mundo podía dedicarse a viajar y por eso
eran tan solicitadas las novelas y los relatos de viajes. Para
muchos, estas narraciones se convirtieron en medio de transporte y
vivieron experiencias que de otro modo nunca habrían conocido. Más
aún cuando el espíritu inquieto del Romanticismo influía en las
descripciones, que dejaron de ser rigurosas e informativas para
centrarse en la estética y en una temática dirigida a la Naturaleza
y a la exaltación de la patria. Pese a ello, la calidad no se vio
afectada y, con la lectura de los textos de aquel siglo, podemos
construir unas calles que ahora seríamos incapaces de reconocer,
pero que entonces eran fácil de identificar.
Blanca Rodríguez Gómez-Guillamón
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