viernes, 21 de septiembre de 2012

España, destino de viajes


¿Cuándo se convirtió España en destino de viajes de placer?
Las civilizaciones antiguas contemplaban la Península ibérica como el límite del mundo real, del mundo conocido, y, por su buena situación geográfica, fue objetivo de muchas expediciones que aspiraban a dominar su comercio, sus tierras y su población. Sin embargo, estas incursiones eran consecuencia de un afán de dominio, no de curiosidad ni interés real en lo que conocían. España era, para los pueblos y reinos de las épocas antigua, medieval y moderna, una oportunidad de enriquecerse y dominar.
Aunque siempre existieron navegantes, comerciantes y ciudadanos que escribieron sobre sus viajes por España, no es hasta los siglos XVIII-XIX cuando el género de viajes empezó a divulgarse con celeridad. Si bien, en España se retrasó hasta finales del siglo XIX. Algunos intelectuales, como Jean Jacques Rousseau, opinaron sobre las relaciones de viajes. Él mismo manifestó su rechazo al declarar que “para hacer observaciones de todas clases no es necesario leer, sino ver”, como recoge Mª del Mar Serrano, doctora en Geografía por la Universidad de Barcelona, en su artículo de investigación Viajes yviajeros por la España del siglo XIX. De hecho, y como afirma la doctora, en España muchos de los relatos de viajes fueron manipulados, pues había obras cuyas traducciones resultaban inexactas o confusas. España sufría la secuela de numerosas guerras y, quizá por ello o por su aislamiento del circuito intelectual de las potencias del siglo XVIII y XIX, no era especialmente atractiva para los viajeros. Mª del Mar defiende que el motivo por el que se evitaban las rutas españolas era por una cuestión ideológica, lo cual resulta convincente, pues en aquella época España se encontraba débil, enferma de sus fracasados intentos de dominio.
Pero la sociedad y la cultura del siglo XIX incentivaba la exploración de lugares exóticos, y España empezó a llamar la atención de nórdicos, franceses, e ingleses, principalmente. Se editaron diarios y relaciones de sucesos y la literatura se desarrolló hacia la temática de viajes.
Miguel de Cervantes había dirigido su obra sobre las tierras de La Mancha (1605), Joseph Townsend describió cuanto descubría en su viaje desde el norte y hacia el sur de la península ibérica (1786), Richard Ford elaboró guías de viajes a partir de los que él había realizado por España (1837), Víctor Hugo escribió sobre su viaje por los Pirineos (1843), Gustavo Adolfo Bécquer enlazó su fantasía romántica con ciudades españolas (1870), El conde de Sait-Saud describió los Picos de Europa (1892), etc. No todo el mundo podía dedicarse a viajar y por eso eran tan solicitadas las novelas y los relatos de viajes. Para muchos, estas narraciones se convirtieron en medio de transporte y vivieron experiencias que de otro modo nunca habrían conocido. Más aún cuando el espíritu inquieto del Romanticismo influía en las descripciones, que dejaron de ser rigurosas e informativas para centrarse en la estética y en una temática dirigida a la Naturaleza y a la exaltación de la patria. Pese a ello, la calidad no se vio afectada y, con la lectura de los textos de aquel siglo, podemos construir unas calles que ahora seríamos incapaces de reconocer, pero que entonces eran fácil de identificar. 


Blanca Rodríguez Gómez-Guillamón

No hay comentarios:

Publicar un comentario